Cada época de nuestra vida se distingue
por tener sus propios acordes, su indiscutible sabor, su singular recuerdo... y
su nostálgico final. Soy de las que disfruta degustando cada décima de segundo,
saboreando la melodía de cada momento a sabiendas de que, ineludiblemente, una vez consumido no quedará otro remedio que
el de despedirse de él, al compás de las agujas del reloj que, tajantes,
avanzan con la intención de desvirgar el porvenir. Y nosotros, cual marineros a
bordo del tiempo, no podemos hacer otra cosa que elevar el ancla y seguir
navegando hacia el futuro, orientando el timón hacia nuevos destinos de orillas
por descubrir y de horizontes por indagar, dejándonos arrastrar por la marea,
pudiendo elegir entre marearnos por mantener la vista a atrás o disfrutar del
viaje con el ávido deseo de prosperar hacia lo inexplorado; de la mano del
ayer, pero divisando el mañana. Lo mejor, es
aprender a conservar la magia de los momentos especiales, en exceso todo se valora menos; por eso, hay pasos que conviene no dar, porque a
veces, menos es más. Morder la manzana
de la curiosidad, que por suerte posee la libertad de no estar prohibida, beber
del néctar llamado destino, que el caos del universo, muy ordenadamente, ha
seleccionado para cada uno de nosotros. Siempre recordando, que bajo las
profundidades del mar, que rezagado nos despide, con el impulso de las olas,
yacen sumergidas la indeleble colección de melodías que retumban en nuestra
cabeza, y que nos sacan una sonrisa cada vez que el eco de un tiempo remoto
tiene la osadía de escapar de su cronología y colarse entre los acordes
musicales de una canción lejana, pero, a fin de cuentas, con una musicalidad
eterna.
Me encanta!!!! Enserio... Increíble! :)
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