viernes, 11 de octubre de 2013

Juego de espejos



Todo es un juego entre realidad y ficción. La una se funde en la otra delimitándose en su condición informe. Mientras ellos, desde la otra cara de la moneda, se divierten, tratan de abrillantar su imagen personal, promulgando ese arte alcanzable a cualquiera, como puro artificio para abrillantar lo que no reluce. Ocultan su naturaleza auténtica y se perfuman de la idea deseada y el deseo ideal de un subjuntivo lejano. Formulan verdades que no poseen, pues las palabras son grafías  y ruido para el sujeto que desvirtúa. Razones que hablan y escriben sin razón, como reflejo paradójico de una locura en apariencia cuerda. Nos engañan, o nos creen engañar o creemos engañarnos de que nos engañan…

Como antídoto, el silencio. Sí, los silencios. Tan armoniosos, puros, virginales, suaves, trasparentes, expresivos... Los que experimentamos cuando la ausencia de sonido se vuelve necesaria. Tan musicales unas veces y tan incómodos otras. Admiro los melódicos, esos que se traducen como felicidad y amor, que ocultan un sentimiento tan exquisito que se niegan a  limitar con palabras. O los inmensos, los que compartimos con esas personas capaces de regalarnos la paz y calma de una pieza musical sólo con su presencia. O esos que se intercalan en la sucesión de unos besos ascendentes, confluyendo en la unión de dos almas; como la sucesión de notas que acomoda un pentagrama. O esos que, simplemente, limitan el sonido de una carcajada y persisten hasta el inicio de otra. O aquellos que son la guarnición de una partitura de miradas que van más allá de todo y más allá de nadie, que nadan en la ambigüedad.


 Ante la devaluación de las palabras, la virtud de los silencios.

miércoles, 17 de julio de 2013

Pinceladas de felicidad



Fue una noche rosada y distinta. Una de esas en que las agujas del reloj  avanzan tajantemente hacia un sentido y las pasiones del alma se rebelan hacia el otro. Una noche azucarada, con sabor a tequila, sal y limón. Se conocieron bebiendo entre contradicciones, embriagados por esa música que desnuda los gestos y confunde las miradas; entre acordes de verdades disfrazadas y deseos camuflados al son de unos gestos poco inocentes.

 Desde el principio detectaron la conexión que les unía cada vez que una mirada lograba penetrar en el interior del otro, comprendiéndose sin hablarse, descubriendo distraídamente como todo a su alrededor desaparecía, se alejaba y únicamente quedaban ellos entre una multitud inexistente, flotando en esa isla remota a la que la corriente de un mar de sucesos les había llevado; una isla desconocida donde empezaba a asomarse un sol intenso y radiante que les acogía e iluminaba mientras ellos, sorprendidos, se dejaban poseer por él sin etiquetar ni cronometrar el instante, solo disfrutando y navegando a la deriva de las emociones que experimentaban con él. 
Hubo ratos en los que hablaron, con palabras minúsculas y estereotipadas que sus ojos desnudaron. Jugaban a perderse en promesas lejanas que, sin querer, destapaban el destino, extasiados por la sensación de reconocerse ante lo desconocido. Se encontraron en esa línea que une y separa la fantasía de la realidad, al borde de una quimera de utopías que empezaba a echar raíces en el seno de dos corazones confusos. 

Se dejaron llevar, construyendo sueños con las manos y recitando poemas con la mirada, buscando caricias entre sonrisas y reconociéndose sin palabras. Pintaron felicidad y se empaparon de ella, degustando el dulce sabor de una noche  que permanecería eternamente en sus memorias. 


sábado, 20 de abril de 2013

Efluvios de terciopelo



Habían recorrido un tiempo juntos, de búsqueda de verdades y realización, redescubriendo la vida en clave y reconociéndose en el cambio tras cada reencuentro. De vez en cuando compartían amistad, sonrisas y un afecto azucarado, unidos por la memoria de un entrañable tiempo de dulzura, amor e inocencia. La simbiosis de conocimientos, experiencias y reflexiones se expandía ante ellos, a pesar de que el destino limitaba su encuentro a una serie aleatoria de capítulos intermitentes. “me gusta la belleza estética de las palabras sinceras en pequeñas dosis”. Siempre saboreaban con deleite cada encuentro, sin otro límite que el que el propio destino decidía establecer.

Invariablemente, siempre  nos queda la esperanza de creer en un futuro, albergar la esperanza de una casualidad, recordar un número, un lugar, una canción, un sueño… Cuando algo parece que está al borde de la muerte, sólo hay que rememorarlo para que no termine de vivir, aunque sea en el recuerdo. Fue lo que le dijo mientras alargaba la mano para darle un dulce apretón antes de aflojar de nuevo el hilo que mantenía unidas sus vidas. “Siempre estarás en mis sueños, donde el raciocinio no existe y los sentimientos se permiten el lujo de volar hacia lo desconocido.” 

Esta vez fue un lugar, un viejo almacén de libros en el que se albergaban grandes cantidades de fantásticos secretos, dónde una vez se vieron unidas la magia de la imaginación con la realidad de los sentidos; la utopía y la posibilidad ante lo imperial. Se detuvo unos minutos, reconociéndolo, sonrió y siguió su camino, saboreando la dulzura de un recuerdo que quizás nadie llegaría a comprender.  
“Que permanezca la virtud de encontrarse para saltar los obstáculos cuando estos impiden coger el impulso”.

domingo, 10 de marzo de 2013

El amanecer de las almas


Como todo en la vida, fue un visto y no visto. Hacía un tiempo que miraban las manecillas del reloj y éstas les parecían de acero; las horas pasaban, pesando sobre sus hombros, forzando sonrisas, pero perdiendo ilusiones. Solían conjugar su pensamiento en futuro, inseguras en su seguridad. Hasta que un día, aquel futuro cortó el lazo que les ahogaba, y pudieron volar libres.


Las manecillas del reloj avanzaron como deslizándose, transformándose en ondulantes suspiros de aire, simulando la forma y el aleteo de una mariposa que flota y se deshace entre las notas musicales del tiempo, creando una inigualable musicalidad improvisada, incomparable a cualquiera escuchada anteriormente. Las horas deshacían los minutos, capturando el perfume; las mariposas avanzaban colándose por la boca, revoloteando por el estómago, erizando cada milímetro de la piel, acariciando cada vibración del alma. Era la unión de esos cuerpos desérticos, perdidos y solitarios, que sin buscarse, se encontraban;  eran sus lenguas que despertaron fundidas en el sabor exótico de un sentimiento desconocido. Vertederos anímicos repletos de deshechos de vendas que cubrían unos ojos que ahora, sólo descubren. Un cruce de miradas mensajeras comprensible sólo a ojos de quien las recibe. Una caricia a horizontes lejanos que, antaño, creyeron ser límites: espejismos del desierto de arena por donde vagaban sus almas dormidas.  Un billete de ida hacia la felicidad,  sin fecha de vuelta; suspiros de aire azucarados, vestidos con sonrisas aterciopeladas, que desearían volar siempre.


Era el despertar de dos almas perdidas, que se buscaban sin comprender, hasta que se encontraron.