lunes, 8 de agosto de 2016

Las luces que nos salvan

Hay personas que vuelan tan alto que pueden tocar sus sueños. Las he visto. Van por la calle y visten vaqueros estrechos, camisetas largas y camisas de cuadros. A veces también vestidos y faldas de talle alto, y vaqueros rotos. Visten camufladas, de mil maneras distintas. Ellas no lo saben pero sus ojos brillan más en cada Luna Llena, llevan su energía tatuada en las pupilas y se prende la llama cuando se miran. Se mueven por el mundo y caminan como si fueran normales. Incluso actúan de forma normal: viajan, sacan la basura, escriben la lista de la compra, cuelgan post its en la nevera, hacen el amor, se ríen, se hacen cosquillas y se despeinan con el viento. Pero tienen luces de colores y una mirada que atrapa los límites del desconcierto, viven realidades paralelas y ofrecen trampolines cuando alguien no halla el impulso para alcanzar los sueños más altos. Te lo digo yo, que las veo cada mañana cuando cruzan la calle Princesa, o caminando por el Paseo Marítimo. A veces las descubro viajando por el Mundo. Están por todas partes. Sonríen siempre, aunque no tengan nada especial que celebrar, y responden a varios nombres aunque, en el fondo, parten de uno. Yo les llamo la sinergia secreta, porque la vida mantiene su esencia gracias a ellas. Si crees en ellas, vendrán a ti, incluso tú puedes convertirte en una más. 


Es muy fácil distinguirlas, sabrás que has dado con una de ellas si al cruzártela te sonríe con una acogedora sonrisa, como invitándote a compartir el mundo que se esconde tras sus pupilas, te saluda dulcemente como si te acariciara los pensamientos y sientes que te contagia la alegría, que una energía positiva recorre todo tu cuerpo de principio a fin. Es una sensación bonita, placentera, de esas en las que te columpiarías de por vida sin marearte. 


Hace algún tiempo que sólo me rodeo de ellas, el mismo que hace que la vida me enamora cada día más.