viernes, 30 de marzo de 2012

Apariencias que engañan

A priori, una capa de dulzura cubría su imagen. Bajo su apariencia pulcra y beata, propia de alguien que no ha roto un plato en su vida, se escondían multitud de pecados capitales. Tras sus grandes ojos almendrados se adivinaban las traiciones y una punzante mirada de víbora capaz de devorar a cualquiera que no encajara con sus expectativas. Siempre con una forzosa y afeada sonrisa a flor de piel, por si debía encandilar a una de sus presas, una sonrisa que mostraba a modo de engaño a cualquiera que, desafortunadamente, tuviera el pesar de cruzarse con ella, una sonrisa que significaba fraude, que camuflaba la falsedad que desprendía su ser; era capaz de hechizar a todo el mundo aunque con el tiempo lograba el efecto contrario. Su lengua era como un puñal con el que atacaba a cualquiera que intentara encasillarse en sus planes, un puñal con el que acuchillaba a sus rivales, no sin antes regalarles zalamería por doquier, con el que limaba las verdades convirtiéndolas en mentiras o medias verdades, con el que destruía vínculos de amistad porque sus jugadas nunca eran limpias. Vendía inocencia en promesas de plástico y cosechaba mentiras de acero, siempre andando con pies de plomo por si la descubrían por sorpresa. Como el pez más inocente fue cazada en el centro de la red de mentiras que poco a poco terminaron por devorarla. En ese mismo instante, y como si la Tierra se la hubiese tragado, desapareció.

Ella se miró al espejo, y el espejo le devolvió esa imagen. ¿Cuánto tiempo más podrá seguir ocultándola?

lunes, 26 de marzo de 2012

Alegórico

 Al principio no los terminaba, le gustaba dejarlos a medias, como muchas de las cosas que hacía, quizás era porque no le gustaban los finales, prefería las introducciones, apostaba por los nudos, no esperaba al desenlace. Tampoco encontró ningún final de su agrado, así que decidió evitar los finales, era algo superfluo.
Los veía venir, los observaba sin un mero ápice de interés, sólo se fijaba en la portada, veía el título y dejándose influir por el subtítulo, competía con el índice y ojeaba la introducción, era selectiva, estricta, directa. Se decantaba por las portadas duras y robustas, por los títulos heroicos y subtítulos productivos. Deambulaba entre índices recatados e introducciones elementales, se eludía de complicaciones. No le interesaba leer entre líneas, así que echaba un vistazo entre hojas, envidiaba a las lectoras pero no encontraba libros.

Debió ser por Primavera, entre flores, olores música y cultura cuando, literalmente hablando, le deleitó la literatura.
Acarició la portada, sintió su esencia y se embriagó de su aroma. Era un libro cerrado, le gustaba abrir sus páginas y, poco a poco, ir perdiéndose en ellas. Ahora pasaba las hojas y leía entre líneas. Al fin encontró su libro, se perdió en la lectura, y cuando quiso darse cuenta, no supo encontrarse.

lunes, 19 de marzo de 2012

La melodía del tiempo


Cada época de nuestra vida se distingue por tener sus propios acordes, su indiscutible sabor, su singular recuerdo... y su nostálgico final. Soy de las que disfruta degustando cada décima de segundo, saboreando la melodía de cada momento a sabiendas de que, ineludiblemente,  una vez consumido no quedará otro remedio que el de despedirse de él, al compás de las agujas del reloj que, tajantes, avanzan con la intención de desvirgar el porvenir. Y nosotros, cual marineros a bordo del tiempo, no podemos hacer otra cosa que elevar el ancla y seguir navegando hacia el futuro, orientando el timón hacia nuevos destinos de orillas por descubrir y de horizontes por indagar, dejándonos arrastrar por la marea, pudiendo elegir entre marearnos por mantener la vista a atrás o disfrutar del viaje con el ávido deseo de prosperar hacia lo inexplorado; de la mano del ayer, pero divisando el mañana. Lo mejor, es  aprender a conservar la magia de los momentos especiales, en exceso todo se valora menos; por eso, hay pasos que conviene no dar, porque a veces, menos es más.  Morder la manzana de la curiosidad, que por suerte posee la libertad de no estar prohibida, beber del néctar llamado destino, que el caos del universo, muy ordenadamente, ha seleccionado para cada uno de nosotros. Siempre recordando, que bajo las profundidades del mar, que rezagado nos despide, con el impulso de las olas, yacen sumergidas la indeleble colección de melodías que retumban en nuestra cabeza, y que nos sacan una sonrisa cada vez que el eco de un tiempo remoto tiene la osadía de escapar de su cronología y colarse entre los acordes musicales de una canción lejana, pero, a fin de cuentas, con una musicalidad eterna.

viernes, 16 de marzo de 2012

¿Jugamos a lo prohibido?


“¿Jugamos a lo prohibido? Empecemos con miradas pueriles, cargadas de inocencia, que se difuminan lentamente dibujando otras pícaras e intensas, que dominan el ambiente, mientras nos delimitamos con las yemas de los dedos, erizándonos cada centímetro de la piel. Miradas que son caricias, sonrisas que son palabras, adentrándonos en una realidad efímera y abstracta, bañados por el deseo, nos perdemos en la gravedad de los sentidos, flotando, emanando una atracción magnética difícil de resistir, fruto de un sueño, mientras el semáforo de la consciencia se alterna entre ámbar y rojo, resistiendo tentaciones, que son pálpitos que debemos evitar, vamos encajando las piezas de un puzzle... menos la última, el límite que decidimos no rozar…”

Es bonito recapitular un antiguo escrito, releerlo, observar como las letras se unen formando palabras y las palabras se entrelazan formando oraciones, oraciones que cobran vida despertando unos recuerdos que, minutos antes, yacían dormidos en el rincón más íntimo de la reminiscencia. Experimentar el conjunto de grafías deslizándose por tu memoria; avanzar en su lectura y ver como cada línea barre hasta el último resto de esos pensamientos, recolectándolos, convirtiéndose estos en sensaciones que buscan su lugar en el pentagrama del recuerdo, y cuando lo encuentran, se proyectan al son de las letras transportándote al instante descrito. Una, dos, tres veces. Rememorar, revivir, renacer, sonreír, volverte a enamorar del pasado, pero esta vez en presente. Columpiarse en cada sensación exprimiendo y saboreando el jugo abstracto, que se desprende de entre las líneas, de la esencia de un recuerdo escrito en papel, pero tatuado en el alma.

Fantasear con la imaginación porque sus horizontes no entienden de límites. Bailar con las letras, sudar tinta, seguir jugando a lo prohibido.