Recuerdo cuando fuimos al parque aquella mañana soleada de Diciembre
y decidimos hacer pompas de jabón. Me imaginé que cada burbuja incipiente eran
todas esas personas que aparecieron en mi vida en algún punto del camino, y su
trayectoria, las historias vividas. Todas salían de mí cuando, muy
cuidadosamente, entreabría mis labios y dejaba emanar de ellos un sutil soplo
de aire, para darle impulso a esa historia que inmediatamente acontecía ante
mí. Algunas se estropeaban en cuanto nacían, otras nunca llegaban a nacer y
otras crecían y volaban lejos hasta perderse entre las ramas de algún árbol lejano
que las sostenía hasta que se desvanecían en una explosión de otros tactos
superpuestos. De vez en cuando, algunas nacían paralelas, o se juntaban
posteriormente para morir juntas. En realidad no morían, simplemente se
transformaban y pasaban a ser parte de la existencia que nos sostiene a todos.
De vez en cuando sentía el deseo de abrazarlas fuerte, puede
que sintiera la necesidad de apegarme un rato y perderme en ellas sin pensar en
nada más. Pero luego recordaba lo que eran: lindas y delicadas burbujas de
colores a las que no podía aferrarme, pues de hacerlo explotarían y se perdería
antes de tiempo la belleza que tanto admiraba contemplar. Las veía seguir su
curso, acariciándolas con la mirada.
No te contaba mis pensamientos en ese momento; tú escribías
en la mesa delante de mí mientras nos deleitábamos con una taza de chocolate
caliente demasiado espeso que suavizamos con un poquito de leche. Más tarde, te
pusiste a mi lado y empezamos a soplar juntas; cada una creaba las suyas, sus
historias, y volaban lejos. Alguien nos pidió si podíamos soplar historias para
él y nosotras le regalamos unas cuantas que quiso capturar con ese ojo que todo
lo ve y todo lo guarda. Era tan lindo observar como algunas se daban la mano y
paseaban juntas por las nubes. Pensé que eso era el amor: soltar sin miedo y
observar la belleza que se crea sola y sin límites.
Nosotras también éramos ese proyecto de burbuja que en algún
momento del futuro soplaríamos desde algún lugar para tener nuestro momento en
la vida. Creamos tanto… Veía todas esas burbujas integrándose en el ambiente,
bailando entre ellas, tocándose, perdiéndose y encontrándose. Pensé que era un
precioso regalo que estuviéramos compartiendo ese momento y me pareció tan
lindo que pensé que algún día lo escribiría.
Seguro que nuestra burbuja será grande, brillará de mil
colores y volará alto y lejos, hasta renacer en algún mar lejano en el que podrá
bañarse y expandirse para que otros sientan su luz.
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