Cada noche la
observaba, a seis centímetros de sus labios, a años luz de sus besos. Un trozo de
papel capturaba su imagen, haciéndola eterna. Desde hacía ya mucho tiempo, le leía la misma carta
interiorizada.
"Ahora que lo
pienso, olvidé mi alegría en la habitación de tu silencio. Traté de buscarla,
la hallé tumbada bajo la cama, pues la oscuridad de tus palabras se negó a
ofrecerle un sitio mejor. Quise deleitarte con un manjar especial, poniendo
todo mi empeño en cocinar algún sentimiento capaz de enternecerte; los ingredientes eran escasos, pero siempre había escuchado que quien no arriesga no
gana, y decidí arriesgar por ti. A la
espera de lo imposible, o mejor dicho, de lo improbable, la ilusión decaía y
terminó por arder entre los amenazantes fogones. Quilos de ilusiones carbonizadas
y de sentimientos que no llegaron a su destino me obligaron a ofrecerte tan sólo una
pizca de ellos, esparcida entre corazas de cartón y una indiferencia de hierro
que se oxidaba a cada instante que el reloj biológico me alejaba de ti; me
mantenía a la espera de un oasis de palabras en el desierto de tu silencio. Entretanto,
un polvo de incertidumbre se mezclaba con el aire esparciéndose por mi cuerpo,
erosionando iniciativas, sueños y deseos que alguna parte de mi mente decidió
tejer antaño, cuando una fuerza magnética me obligaba a recrearte en los
lugares más inhóspitos de la imaginación, en los rincones más recónditos de
mis sueños. Deseos de papel navegaban desintegrándose en el fluir de unas
lágrimas amargas, fruto de planear nuevas conquistas en territorio equivocado.
Y mientras la cobardía me tentaba, sucumbía a ella. No sin antes atragantarme
con las fichas del doloroso juego al que jugamos. Fue entonces, cuando tu
indiferencia sepultó las semillas de mi esperanza, que ya no fui capaz de
florecer por ti. No está bien jugar a cartas con los sentimientos, y menos tú,
que siempre escondes el as bajo la manga."
Cada noche, sigilosamente, retomaba su lucha interna.
Y así es como sembrando y recolectando monólogos interiores, vivimos callando y morimos callados.
Y así es como sembrando y recolectando monólogos interiores, vivimos callando y morimos callados.
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