Intentaron reconstruir un mundo de
palabras gastadas con el fin de renovar su concepto, y el eco les persigue,
tortura y enreda; Cayeron en el error del deterioro y ahora evitan, ocultan
y distorsionan. Y ellas persisten, por lo que fueron. Letras cual partículas, que brotaron ya interesadas,
alimentadas por fines lucrativos. El tiempo, eje de racionalidad que deformó su
esencia, aunque la forma persiste, haciéndoles víctimas del vocablo y esclavos
del término. Contundencia de algodón de azúcar, que alimenta la boca de cuantos
hablan, se reproduce y desaparece, desgastando el mensaje. Algunas creen ser
dueñas de eternas verdades, y áridos son sus porvenires.
Receptores escépticos que suprimen el
mensaje de unos emisores reincidentes que lo frecuentan y marchitan. Significantes sin significado, mártires de bocas ignorantes que hablan sin propiedad. Algunas,
son voces cegadas por el delirio y el eros. Otras, significantes manipulados
por lenguas que no entienden de límites gramaticales y banalizan su
significado. Mensajes que mueren en ausencia de singularidad. Términos que se
permiten el lujo de disfrazar el engaño. Significantes que se alejan de su
significado; intenciones que no muestran las palabras; sentimientos que no se
leen entre líneas; pensamientos que transgreden grafías. Límites sistemáticos de
dicciones rebuscadas e impecables, certezas que brillan por su ausencia en
vocablos de ausente evidencia.
Silenciadores que desearían sellar
grietas. Grietas que un día fueron palabras. Palabras, o más bien, palabrería.
En boca de tantos, y en alma... ¿ de
cuántos?