- Yo cuando te miro a los ojos veo historias
- ¿Me cuentas una? Espera, no digas nada aún.
Me gusta darle la mano a las
historias, que vengan solas, poco a poco, sin forzar. Que un día me miren y de
repente me quieran contar al oído cada detalle del día que nos conocimos: qué
ropa llevabas, cómo se sonrosaron mis mejillas cuando cruzamos la primera palabra,
cuáles fueron las primeras palabras que me escuchaste decir sin yo saberlo, mi vergüenza
detrás de la sonrisa, la canción que sonaba de fondo y los detalles del brillo
de tus ojos. Creo que me enamoran las personas por esos detalles, por sus historias.
Por todas ésas de notas anónimas
en el bolsillo del pantalón, o de mensajes eróticos en el espejo del baño, de
guerras de almohadas y de paz bajo las sábanas blancas de un domingo soleado de julio. Los desayunos en el balcón y las miradas azucaradas con olor a vainilla
y sabor a limón; las rosas encima de la cama y detrás de la puerta y en el
asiento trasero del coche. Los secretos camuflados entre las olas de verano de baños
con sal y de revolcones con arena. Las cartas y las mil lunas de miel que siguen
a los mil enfados. Las vueltas que da la vida, el entrar y el salir, el
escribirnos a destajo para después perdernos de vista y encontrarnos de alma.
Es bonito, ¿no crees? Que tengan
la delicadeza de quedarse conmigo y acompañarme todas esas historias nuestras, vuestras, y suyas, mientras yo me deshago el moño y las escucho, suspirando, y mi mente se va muy
lejos, bailando con las letras invisibles que salen de algún lugar del
pensamiento. A veces, de tanto bailar con ellas, se marea y las mezcla, crea
historias que nunca fueron, pero que estaban ahí, volando, libres de haber
sido. También baila con las letras de las que empezaron y se fueron, esas
historias de cine de autor que danzan desiertas hasta que alguien las piensa, o
las cuenta, o las escribe, y nunca se sabe si pasaron realmente. Pero eso a nadie
le importa, porque nos enamoran las historias, ¿verdad?.
Y ahí estás tú, el personaje que
me enamora en cada historia, mi ficción a ratos.
-Pero déjame contarte…
No hay mejor historia que la que baila en la cabeza y se va escribiendo lenta. Para escribir buenas historias primero hay que saber escuchar buenas historias :-)
ResponderEliminar¡Salud!