Cuando lees una ciudad entre líneas, te encuentras con su historia. Un mismo lugar puede tener tantas lecturas como ojos lo miren, tantos perfumes como manos lo toquen. Cuando paseo entre sus las calles, cerca del mar, por la montaña...pienso en su historia en singular, pero también en sus historias, en plural, en todas esas otras que se escapan de los libros de texto: en sus dueños, en los que las dejaron ir, callándolas, pero siguen viviendo de ellas; en los que las mantienen vivas y las escribieron, pero las esconden en el cajón de su mesita de noche en forma de diario, esperando a que alguien las descubra; en los que se las regalan a desconocidos dispuestos a escucharlas...Imagino los comienzos, las plazas y callejones por los que pasearon, crecieron y maduraron; también en los finales, esos rincones que las disolvieron. No puedo evitarlo, me gusta la historia de las ciudades, la que nos enseñan en los libros, la que nos cuentan en los documentales o en las guías turísticas; pero me fascinan las historias que se esconden tras ella, las que hablan de ti, de mí, de nosotros; las que no nos cuentan los libros, las que nos (trans)forman, porque a todos nos (con)mueve la nuestra.
"No puedo caminar por los suburbios en la soledad de la noche sin pensar que la noche nos gusta porque suprime los detalles banales, tal como lo hace la memoria." (J.L Borges)
martes, 20 de diciembre de 2016
lunes, 8 de agosto de 2016
Las luces que nos salvan
Hay personas que vuelan tan alto que pueden tocar sus sueños. Las he visto. Van por la calle y visten vaqueros estrechos, camisetas largas y camisas de cuadros. A veces también vestidos y faldas de talle alto, y vaqueros rotos. Visten camufladas, de mil maneras distintas. Ellas no lo saben pero sus ojos brillan más en cada Luna Llena, llevan su energía tatuada en las pupilas y se prende la llama cuando se miran. Se mueven por el mundo y caminan como si fueran normales. Incluso actúan de forma normal: viajan, sacan la basura, escriben la lista de la compra, cuelgan post its en la nevera, hacen el amor, se ríen, se hacen cosquillas y se despeinan con el viento. Pero tienen luces de colores y una mirada que atrapa los límites del desconcierto, viven realidades paralelas y ofrecen trampolines cuando alguien no halla el impulso para alcanzar los sueños más altos. Te lo digo yo, que las veo cada mañana cuando cruzan la calle Princesa, o caminando por el Paseo Marítimo. A veces las descubro viajando por el Mundo. Están por todas partes. Sonríen siempre, aunque no tengan nada especial que celebrar, y responden a varios nombres aunque, en el fondo, parten de uno. Yo les llamo la sinergia secreta, porque la vida mantiene su esencia gracias a ellas. Si crees en ellas, vendrán a ti, incluso tú puedes convertirte en una más.
Es muy fácil distinguirlas, sabrás que has dado con una de ellas si al cruzártela te sonríe con una acogedora sonrisa, como invitándote a compartir el mundo que se esconde tras sus pupilas, te saluda dulcemente como si te acariciara los pensamientos y sientes que te contagia la alegría, que una energía positiva recorre todo tu cuerpo de principio a fin. Es una sensación bonita, placentera, de esas en las que te columpiarías de por vida sin marearte.
Hace algún tiempo que sólo me rodeo de ellas, el mismo que hace que la vida me enamora cada día más.
jueves, 5 de mayo de 2016
Déjame contarte
- Yo cuando te miro a los ojos veo historias
- ¿Me cuentas una? Espera, no digas nada aún.
Me gusta darle la mano a las
historias, que vengan solas, poco a poco, sin forzar. Que un día me miren y de
repente me quieran contar al oído cada detalle del día que nos conocimos: qué
ropa llevabas, cómo se sonrosaron mis mejillas cuando cruzamos la primera palabra,
cuáles fueron las primeras palabras que me escuchaste decir sin yo saberlo, mi vergüenza
detrás de la sonrisa, la canción que sonaba de fondo y los detalles del brillo
de tus ojos. Creo que me enamoran las personas por esos detalles, por sus historias.
Por todas ésas de notas anónimas
en el bolsillo del pantalón, o de mensajes eróticos en el espejo del baño, de
guerras de almohadas y de paz bajo las sábanas blancas de un domingo soleado de julio. Los desayunos en el balcón y las miradas azucaradas con olor a vainilla
y sabor a limón; las rosas encima de la cama y detrás de la puerta y en el
asiento trasero del coche. Los secretos camuflados entre las olas de verano de baños
con sal y de revolcones con arena. Las cartas y las mil lunas de miel que siguen
a los mil enfados. Las vueltas que da la vida, el entrar y el salir, el
escribirnos a destajo para después perdernos de vista y encontrarnos de alma.
Es bonito, ¿no crees? Que tengan
la delicadeza de quedarse conmigo y acompañarme todas esas historias nuestras, vuestras, y suyas, mientras yo me deshago el moño y las escucho, suspirando, y mi mente se va muy
lejos, bailando con las letras invisibles que salen de algún lugar del
pensamiento. A veces, de tanto bailar con ellas, se marea y las mezcla, crea
historias que nunca fueron, pero que estaban ahí, volando, libres de haber
sido. También baila con las letras de las que empezaron y se fueron, esas
historias de cine de autor que danzan desiertas hasta que alguien las piensa, o
las cuenta, o las escribe, y nunca se sabe si pasaron realmente. Pero eso a nadie
le importa, porque nos enamoran las historias, ¿verdad?.
Y ahí estás tú, el personaje que
me enamora en cada historia, mi ficción a ratos.
-Pero déjame contarte…
miércoles, 16 de marzo de 2016
Ilusión óptica
Eres el cristal que las separa,
las dos caras,
que se miran,
y a través del espejo,
una me besa el reflejo
y la otra me hace sufrir.
Eres la sonrisa a medianoche,
el equipaje en el coche,
las maletas que se llenan
con recuerdos que deambulan
sin lugar al que partir.
Eres la mirada descarada,
la serpiente y la manzana,
el veneno de mis miedos
cuando te veo venir.
Eres dulce melodía
y recuerdo encadenado;
ese sutil espejismo
que se apodera de mí.
las dos caras,
que se miran,
y a través del espejo,
una me besa el reflejo
y la otra me hace sufrir.
Eres la sonrisa a medianoche,
el equipaje en el coche,
las maletas que se llenan
con recuerdos que deambulan
sin lugar al que partir.
Eres la mirada descarada,
la serpiente y la manzana,
el veneno de mis miedos
cuando te veo venir.
Eres dulce melodía
y recuerdo encadenado;
ese sutil espejismo
que se apodera de mí.
domingo, 10 de enero de 2016
Instantes
Una taza de té con canela. El hielo rozando tus labios rojos color sangre. El calor subiendo por mis mejillas, ruborizándolas. Un eco lejano de una voz desconocida, mis oídos sordos. Enmudezco, me pierdo en el instante; tú y yo. Pienso en congelarlo dentro del hielo de tu taza, pero el calor de mis pensamientos lo derrite y desaparece al ritmo que avanzan las agujas del reloj. Es tiempo que se va, pero lleva tu nombre.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)