Son tus andares azucarados
nubes en mi pensamiento.
Es el olor de tu piel
miel en mis labios.
Y las grosellas que crecen en tu boca
dorada.
Voy despacio, pero tienes prisa,
en recorrer con tu dedo
mi espalda.
A nadie le amarga un dulce.
Pero remuevo el café
amargo,
por tu ausencia.
Y espero sentada
a que entres por la puerta
vestido con una sonrisa.
Que me desvistas con la boca,
llena de palabras usadas.
Que abras el cajón
y que escapen los pájaros
que retienes con lazos.
Lazos que son nudos,
nudos que me atrapan.
Mordaza para mi alma,
veneno para mi sed.
Que no vuelvan, que se vayan
los cafés que te debo,
Que se pierdan tus noches
en mi olvido.
Que no vengan.